sábado, 12 de junio de 2010

Robert Doisneau en Zaragoza.



En el espacio para el arte que Caja Madrid dispone en Zaragoza (Plaza Aragón) encontramos nada menos que a uno de los grandes fotógrafos de la Historia. Robert Doisneau permanece en nuestra memoria por dos fotografías, “El beso del Hotel de Ville” y “Los panes de Picasso”. Pero nada más lejos de la realidad, tenemos ante nosotros a uno de los fotoperiodistas más humanistas que podemos encontrar en la fotografía.

Tuvo muchas miradas fotogénicas, desde su trabajo en Vogue hasta sus colaboraciones clandestinas bajo la Francia ocupada por los alemanes. Pero ante todo, tenía la capacidad de ver el instante preciso que convirtiera una fotografía en una puesta en escena única. Dar a los protagonistas la capacidad de dotar un momento y un lugar en vida propia. Sabía captar miradas, como la fotografía de “El balconcito”, dando segundas lecturas si es preciso. Componía cual teatro y si era necesario fracturaba la realidad. Ahí fue una de sus obras maestras como la del beso antes citado. En lo aciago de la existencia, un momento de aroma cálido salido de la pasión.

Es para mí un continuador del ojo testigo de Francia, como Atget lo fue también. Estaba en el momento adecuado y humanizaba hasta el más mínimo detalle; una sonrisa, un baile en plena calle… Es un don éste el de la observación cual voyeur, para crear Arte de un instante, que una máquina puede mecanizar.

La exposición que nos trae Caja Madrid hasta el veintisiete de julio, es breve pero intensa. Supone un paseo por su obra y nos deja con más hambre de Doisneau. Él nos enseña a mirar el día a día de otra manera, porque así nos sentimos más humanos. Dando vida a los encuentros que recibimos a cada paso. Es el Arte de mirar y ver, es el Arte de Doisneau.


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